martes, 10 de marzo de 2009

Arael de los pájaros

Dedicado con amor a mi hermana Connie...

"¿Quién soy?, ¿dónde estoy?... Mi visión está borrosa y un montón de sensaciones extrañas me invaden el cuerpo. No puedo dejar de temblar. Trato de no hacerlo pero es imposible. Mi piel se eriza. ¿Qué es esto?. ...siento miedo, siento dolor. ¿Estoy llorando?. Añoro algo que he perdido. Padezco una sensación de encierro y claustrofobia. Trato de moverme pero mis músculos y huesos están tullidos, quejumbrosos. Quiero gritar y solo salen lastimosos gemidos de mi garganta. Quiero huir. Quiero volar y expandirme, pero no puedo.
Dios mío, ¿acaso esto es ser humano?."

Las nubes surcan rápidamente el cielo empapado de tonos grises azulados. En el aire se escuchan cantos divinos. Música de las esferas. Ahí está él, rodeado de un aura de amor rojiza. Sus movimientos son suaves, como fuera de este tiempo. Es un ser divino y al verlo he recordado porqué estoy aquí. Su amor me tranquiliza. Sigue cantando en tonos imposibles y celestiales. Como miles de voces provenientes de un profundo abismo que en diferentes y desconocidos dialectos me entregan su mensaje definitivo. Majestuoso el serafín expande su alas etéreas y, como un hermoso dragón envuelto en llamas escarlatas, se eleva y desaparece en el cielo justo hacia donde el sol comenzaba a salir.

Durante tres años he viajado por el mundo de los hombres aprendiendo de sus costumbres, de su visión de la vida y sus sentimientos. Siempre buscando el lugar correcto y a las personas correctas.

Los Caídos también han adoptado cuerpos mortales y me persiguen desde el día de mi llegada. Quieren lo que estoy protegiendo. He tenido que luchar contra aquellos que alguna vez fueron mis hermanos y que debido a su vanidad y deseo de poder se han revelado a nuestro Padre. Con profunda tristeza los he visto morir a cada uno de ellos... ¡si tan solo entendieran los actos de Dios!. Cada día lloro y rezo por sus almas antes de proseguir mi búsqueda.

Fue un día que caminaba por un parque de diversiones, deleitándome con la alegría de los niños, cuando recibí la señal de las aves. Una bandada de pájaros pasó a través de mi sin tocarme. Sentí sus aleteos y los vórtices de aire bajo sus alas. Me impregné de su maravilla y sentí el susurro de su nombre en el paso fugaz de las aves. Me dirigí al gran tobogán que como un pequeño arco iris sinusoidal bajaba la alegría del público. En la cúspide estaba un padre acomodando a su hija de seis años entre sus piernas y la alfombra deslizante. Abajo encaramado de la reja el hijo menor gritaba para darles ánimo. Más atrás una mujer embarazada se volteó y me miró directo a los ojos. Su ángel interior tomó posesión de la mujer. Ella tomó mi mano y la posó en su vientre. El mensaje de Dios pasó directamente a la criatura que en su pureza lo cogió en su sueño.

De pronto un hombre desconocido me aferró por detrás y me forzó hacia unos espesos matorrales del parque. Vi los furiosos ojos del ángel caído hablando violentamente usando palabras blasfemas mientras me enterraba la daga en el pecho. Sentí dolor y un terror como nunca antes lo había sentido. ¿Acaso te he fallado Arael?

En mi agonía pude ver un grupo de policías tratando de controlar al loco que me había asesinado y más atrás, ajeno de todo el alboroto, un niño con el aura del dragón escarlata del serafín. Tan solo con su mirada pudo transmitirme que protegería a su hermana y estaría con ella toda la vida. Entonces el dolor y la falta de respiración ya era lo de menos... tan solo quedaba encontrarme con mi Padre.

El tiempo en el paraíso no transcurre como en la tierra, aunque mi experiencia como humano me ha hecho cambiar mi perspectiva de la realidad. He visto crecer a Arael, desde su niñez jugando con “seres imaginarios” hasta una adolescencia rebelde y desafiante. En los hados evoco su imagen sonriente para alegrar mi servicio en el trono del Señor. Disfruto mencionando su nombre en todos los idiomas simultáneamente, acto que provoca vibraciones que han despertado la curiosidad de los más altos serafines. Es el nombre de aquella mujer por quién sufrí el dolor de la muerte.

Ahora ella se enfrenta a un mundo difícil. Un mundo donde debe emerger por sí misma y donde debe trabajar y esforzarse. Debe sufrir, caer y levantarse. Nunca Dios ni los demás ángeles me contaron porqué era importante proteger su alma.

Otros ángeles están ahora con ella y aún rondan los caídos en su falso entendimiento del destino. Un rumbo que al final no depende de ninguno de los bandos celestiales, sino de la decisión y libertad del propio ser humano.

He escrito canciones inspiradas en “Arael de los pájaros”, como la llamo, y extrañamente a veces lloro por ella. Creo que la nostalgia es el único rasgo que heredé de los humanos, porque el amor que siento es divino.